miércoles, 28 de abril de 2021

DURANTE UN PASEO 

Llevaban más tiempo de su vida juntos que separados, cincuenta años para ser exactos. Consideraban una suerte haber conseguido darse uno al otro felicidad. Haber criado y educado tres hijos, todos ellos ya casados, y nietos que les permitían disfrutar de ser abuelos sin grandes sacrificios. La pandemia que estaba asolando el mundo, les tenía restringidas las relaciones sociales, familiares y otras distracciones como viajar. Un largo paseo era la única salida que podían hacer cada día. En la casa ya estaba todo en orden: la cocina después del desayuno, tarea de él; lavadoras y comidas trabajo de ella; de la limpieza a fondo, se encargaba un día a la semana la asistenta. Por lo tanto era el momento de salir, como cada mañana, a caminar los ocho kilómetros para seguir manteniéndose en forma.

-¿Qué dirección tomamos hoy? -dijo él, mientras se ponía la cazadora. 

-Me gustaría ir al paseo marítimo para ver la escultura, de la que nos habló mi sobrina; la han colocado junto a las banderas. 

-Vale, hoy es un buen día porque está nublado y es laborable, habrá poca gente

-No parece que vaya a llover -dijo ella cerrando la cremallera de su gabardina, mientras entraban en el ascensor.

-Podemos ir por las avenidas que atraviesan la universidad, hoy estará abierta la verja.

Caminaron un tiempo con las manos entrelazadas como solían; cada uno con sus pensamientos.

-Hoy también me entristece ver los árboles llenos de ramas secas, nadie está dispuesto a quitárselas – dijo ella dando voz a su pensamiento.

-Ya... todos los días lo dices.

-De todas las ciudades que hemos visitado, esta me parece la más descuidada; !mira cuánta suciedad, esos papeles y plásticos llevan ahí meses!

-Es algo endémico de esta ciudad, no importa quién la gobierne -dijo él- Parece que es bastante común en los países mediterráneos; acuérdate de Sicilia.

-Si...

Llegados al marítimo se detuvieron a contemplar el mar; gris como el cielo; solo un grupo grande de gaviotas, daban puntos de luz y movimiento a la ancha franja de arena. Y por el agua...

-!Qué rápido se desliza ese catamarán, que envidia! -dijo él.

-Si, como el que tuviste tú.

-Y en el que nunca conseguí que vinieras conmigo.

-Soy de tierra adentro; me intimida la profundidad del mar.

Siguieron caminando hacia la escollera y se cruzaron con pocos paseantes. Una ciudad donde los días de sol son habituales, incluso en invierno, uno nublado aleja a la gente. Él se ajustó bien la bufanda, volvió a cogerla de la mano, se la estrechó suavemente y dijo.

-Por cierto, ayer volviste a recordar lo sola que te sentiste, cuando los niños eran pequeños.

-Sí...

-Vuelves a ello una y otra vez.

-Porque en lo hondo de mí, aún duele.

Él se detuvo, brevemente, la miró y, dijo.

-Necesitaba hacer lo que hice...

Ella apoyó levemente la cabeza en el hombro de él y tiró ligeramente de su mano para continuar caminando, mientras decía.

-Lo se..., pero el tiempo y la distancia le van dando matices; necesito recordar ese sentimiento, para encontrarle sentido. Como ya hemos hablado otras veces de ello; me gusta aquello que decía Kevin, “la vida adquiere sentido en su forma narrada”. -y buscó la complicidad en la mirada de él. Éste señaló con la mano libre. 

-Mira ahí está la escultura, !es grande, por lo menos cuatro veces el tamaño natural de un hombre!

Llegaron al lado de la figura, y se detuvieron a contemplarla, luego, soltó ella su mano y dijo señalando uno de los bancos cercanos.

-Vale ¿te sientas y me esperas? Ya sabes que me tomo tiempo para comprender estas cosas.

Mientras ella daba vueltas, lentamente, al rededor de la escultura; él observaba a una y a la otra. Finalmente ella se sentó a su lado y durante unos minutos guardaron silencio, luego él dijo:

-¿Ya...? 

-Si, ¿ te gusta? - dijo ella

-Mucho, aunque no sepa lo que dice.

Ella le miró, sonrió, y con un gesto de la mano que abarcaba la escultura, dijo:

-Es magnifica, el artista encontró los elementos precisos para decir lo que quería. 

-Y...¿Cuales son? -dijo él.

-Mira: apoya la cabeza y la punta de los pies en el suelo, el resto del cuerpo esta en tensión formando un arco. Tiene la manos abiertas en actitud de acoger, sujetar o implorar. Las facciones del rosto son de un hombre oriental; el gesto es de éxtasis, los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta. Está semidesnudo y el autor lo ha titulado,  El hombre de arena.

Quedan en silencio, luego, él abriendo sus manos , interrogando.

-Y... ¿que resultado sale con todos esos datos? Preguntó

-Ja... !no te burles!.

-Sabes que no.

-La arena es la tierra mas pobre, necesita muchos cuidados y humedad para ser fértil. El gesto del cuerpo y de las manos están esperando recibir. Hoy es un día a propósito para entenderla, está pidiendo a esas nubes - dijo señalando el cielo- que le den lo que ellas llevan. Es la relación interna del universo, de los seres y las cosas; la que le ha dado al artista el concepto para crearla.

Siguen un tiempo sentados en silencio, mirando el entorno.

-¿Hechas de menos seguir trabajando la escultura? -dijo él.

De ella emanó una risa imprecisa; se levantó despacio, le alargó la mano para invitarle a levantarse, y dijo:

-Ya... elegí. ¿Volvemos?.

El se levantó y emprendieron el camino cogidos de la mano.

-¿Que te apetece comer hoy? -dijo ella.

-Lo que quieras. 

-Siempre dices lo mismo. 

-Siempre me gusta lo que me das.

-Vale... pero a veces, quiero ahorrarme el trabajo de pensarlo. 

Pepa Lopez

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