jueves, 17 de junio de 2021

AUSENCIA

Nuestra cama es grande, la más grande que en su día encontramos. Doy vueltas por ella buscando el sueño. Las luces de la ciudad penetran a través de las venecianas que cubren el gran ventanal; suelo dejarlas entornadas porque me gusta ver cuando abro los ojos en la noche. Enciendo la lamparilla porque necesito pensar a través de mis ojos y ver las señales que me rodean. Sobre mi mesilla está mi trabajo favorito, una escultura de quince centímetros de alto, que hice con fundición de plata. Representa una figura femenina y parece un capullo en formación. Quise dar forma al Haiku de Mario Benedetti.

 la mariposa 

recordará por siempre 

 qué fue gusano. 

Resultó ser un hallazgo porque fue mucho más allá de mi intención. Desde entonces, la necesidad de repetir esa experiencia ha ocupado todo mi tiempo. Sin ver nada más. Al lado del ventanal está mí sillón azul, tiene un diseño futurista, anatómico, y en el suelo perderme en la lectura; ahora en la penumbra parece desear un cuerpo que lo habite. Contemplo el cuadro que hay frente a mí; está compuesto con una veladura de color azul sobre rojo; deja ese rojo al descubierto de forma que parece una herida cortada a cuchillo.

Cierro los ojos; escucho el rumor de coches que viajan con destino desconocido. Y, otro sonido viene desde muy lejos deambulando por mi memoria. Es el sereno que todas las noches pasa golpeando el suelo con su bastón, y vigila las calles mientras dormimos. Hace mucho, mucho tiempo que se ha hecho de noche y ella todavía no ha llegado. La espero porque tiene que seguir leyendo el cuento. Quiero saber que le va a pasar a la niña que abandonaron por la noche en un portal. Me gusta dormirme escuchando su voz.

Para mantenerme despierta lo miro todo. Veo la luz que entra por el balcón desde el farol de la calle, y cuando se encuentra con el espejo del tocador, hace ver una montaña del color de la luna, soy yo debajo de las sabanas. Sube a las lagrimas de cristal y con ella brillan; también a las rosas de bronce clavadas en el cabecero de la cama, la luz las hace vibrar. 

Esta tarde desde el balcón de enfrente, en casa de la vecina a donde me llevaron, no sé porqué, porque no me gusta; pude ver a un grupo grande de gente en la puerta de mi casa. Un tiempo después, todos juntos han seguido detrás de un coche de cristal con un joyero dentro, como el que tiene ella encima del tocador pero mucho mas grande. El suyo está ahí, lo veo en el espejo unido a mí.

Abro los ojos. Veo ahora. Ahí, todo el tiempo sin ti. Detengo la mirada en el sillón azul, él estaba allí esta mañana, vestido con el traje de los días en que tiene que tomar decisiones importantes, mirándome, esperando que yo despertara para decirme adiós para siempre.

Apago la lamparilla, cierro los ojos, entro en la oscuridad donde espero encontrarme con el sueño. 

Pepa Lopez 






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