lunes, 19 de octubre de 2020

 

OBSESION. LA NICOTINA. Inma López

Yo debí nacer con nicotina en el cuerpo. Mi padre, como buen médico de la época, fumaba tres paquetes diarios de ducados.  Murió, por supuesto de infarto de miocardio, pero la verdad es que nunca supimos si fue a causa de una obstrucción de sus arterias coronarias o por aguantar a mi madre, que fue su mujer durante 50 años, y era la mujer más pesada que conozco del mundo (hasta mi abuela que era su madre  lo decía.) Sin embargo, contaba con la aprobación de mi madre y le permitía fumar siempre (cosa rara porque a ella, a mi madre, le molestaba todo… y  cuando se dice todo era todo).  Era una mujer que nació diciendo nunca seré feliz y así lo hizo, se podría decir que era de un carácter firme.

Pues eso, mi padre “se tiró” como se dice vulgarmente a la nicotina a los treinta años, y ahí debí entrar yo en escena. Entre mi padre y yo había una conexión extrema, creo que nos protegíamos mutuamente de este maravilloso mundo desde que tengo uso de razón.

Me imagino yo de bebe en su brazo y con el otro su cigarro a tiempo total, meciéndome y contándome sus maravillosos cuentos, claro está que eran otros tiempos, se podía fumar en hospitales, autobuses, aviones, consultas del ginecólogo y como no, en restaurantes y cafeterías…vamos se podía fumar en todas partes, incluso tirarle el humo en la cara a quien te diera  la gana no estaba mal visto, nadie se cagaba en ti lo más mínimo. En resumen,  yo creo que nací ya con síndrome de abstinencia. Si me hubieran hecho un estudio, la nicotina me saldría por las orejas, y claro,  cuando en mi adolescencia me fume mi primer cigarro, firme mi sentencia de candidata a drogadicta.

Desde entonces mi obsesión ha sido dejar de fumar. Me levanto diciendo “hoy es mi día”, me acuesto pensando “hoy es el último”, hace 3 meses me compre el Champix y allí se quedó en el cajón de los medicamentos. Lo recupere hace dos semanas, comencé con un halo de victoria, era domingo por la noche me quedaba un paquete de MALBORO y a las 12 antes de acostarme, me fume el que sería mi último cigarro de mi nueva gran vida, cogí el resto del paquete y fui estrujando uno a uno cada cigarrillo con un placer desorbitado, pensé soy la hostia, esta vez lo consigo,  cual drogadicta RECUPERADA , sentí por primera vez odio hacia la nicotina, me vine arriba, mire la basura, allí estaba mi paquete de cigarrillos hechos mierda, torturados por mí misma, no podía salir de mi asombro, la nicotina seria mi enemiga a partir de siempre, ufff casi llore de emoción, tengo que decir que soy de lagrima fácil.

 Pero no caí en que deje escondidos en un cajón dos cigarrillos, la memoria a veces nos pasa malas jugadas, solo los escondí, por si en un caso extremo de ansiedad, tener la seguridad de que no me iría a una gasolinera a por mí droga a las cuatro de la madrugada, mal de tontos…consuelo de algo, nunca consigo decir los refranes como dios manda.

Ocho de la mañana del día siguiente, tras despertarme varias veces por la noche obsesionada con la nicotina, como cual loca en estado de agitación psiquiátrica, me controle , respire, hice meditación, me tome 4 manzanillas, volví a respirar, volví a hacer meditación, hice pilates en el salón, me puse música y baile, caí rendida en el sofá. Pero iba bien …..Hasta que…..

 Ocho y cinco, me hice un café, craso error, como si me hubieran metido un gin tonic en vena, corrí al cajón, me fume a mi peor enemigo. Y vuelta a empezar, hay que ser gilipollas.

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