OBSESION. LA NICOTINA. Inma
López
Yo debí nacer con nicotina en el
cuerpo. Mi padre, como buen médico de la época, fumaba tres paquetes diarios de
ducados. Murió, por supuesto de infarto de
miocardio, pero la verdad es que nunca supimos si fue a causa de una
obstrucción de sus arterias coronarias o por aguantar a mi madre, que fue su
mujer durante 50 años, y era la mujer más pesada que conozco del mundo (hasta
mi abuela que era su madre lo decía.)
Sin embargo, contaba con la aprobación de mi madre y le permitía fumar siempre
(cosa rara porque a ella, a mi madre, le molestaba todo… y cuando se dice todo era todo). Era una mujer que nació diciendo nunca seré
feliz y así lo hizo, se podría decir que era de un carácter firme.
Pues eso, mi padre “se tiró” como
se dice vulgarmente a la nicotina a los treinta años, y ahí debí entrar yo en
escena. Entre mi padre y yo había una conexión extrema, creo que nos
protegíamos mutuamente de este maravilloso mundo desde que tengo uso de razón.
Me imagino yo de bebe en su brazo
y con el otro su cigarro a tiempo total, meciéndome y contándome sus
maravillosos cuentos, claro está que eran otros tiempos, se podía fumar en
hospitales, autobuses, aviones, consultas del ginecólogo y como no, en
restaurantes y cafeterías…vamos se podía fumar en todas partes, incluso tirarle
el humo en la cara a quien te diera la
gana no estaba mal visto, nadie se cagaba en ti lo más mínimo. En resumen, yo creo que nací ya con síndrome de abstinencia.
Si me hubieran hecho un estudio, la nicotina me saldría por las orejas, y claro,
cuando en mi adolescencia me fume mi
primer cigarro, firme mi sentencia de candidata a drogadicta.
Desde entonces mi obsesión ha
sido dejar de fumar. Me levanto diciendo “hoy es mi día”, me acuesto pensando “hoy
es el último”, hace 3 meses me compre el Champix y allí se quedó en el cajón de
los medicamentos. Lo recupere hace dos semanas, comencé con un halo de victoria,
era domingo por la noche me quedaba un paquete de MALBORO y a las 12 antes de
acostarme, me fume el que sería mi último cigarro de mi nueva gran vida, cogí
el resto del paquete y fui estrujando uno a uno cada cigarrillo con un placer
desorbitado, pensé soy la hostia, esta vez lo consigo, cual drogadicta RECUPERADA , sentí por
primera vez odio hacia la nicotina, me vine arriba, mire la basura, allí estaba
mi paquete de cigarrillos hechos mierda, torturados por mí misma, no podía
salir de mi asombro, la nicotina seria mi enemiga a partir de siempre, ufff
casi llore de emoción, tengo que decir que soy de lagrima fácil.
Pero no caí en que deje escondidos en un cajón
dos cigarrillos, la memoria a veces nos pasa malas jugadas, solo los escondí,
por si en un caso extremo de ansiedad, tener la seguridad de que no me iría a
una gasolinera a por mí droga a las cuatro de la madrugada, mal de tontos…consuelo
de algo, nunca consigo decir los refranes como dios manda.
Ocho de la mañana del día
siguiente, tras despertarme varias veces por la noche obsesionada con la
nicotina, como cual loca en estado de agitación psiquiátrica, me controle ,
respire, hice meditación, me tome 4 manzanillas, volví a respirar, volví a
hacer meditación, hice pilates en el salón, me puse música y baile, caí rendida
en el sofá. Pero iba bien …..Hasta que…..
Ocho y cinco, me hice un café, craso error, como
si me hubieran metido un gin tonic en vena, corrí al cajón, me fume a mi peor
enemigo. Y vuelta a empezar, hay que ser gilipollas.
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