miércoles, 20 de enero de 2021

DEL ODIO A...

Está sentada en el sillón al lado de la cabecera de la cama, leyendo, siempre esta leyendo, lo hace desde que era una niña, no se como tiene ese interés, yo no he leído un libro en mi vida; pero me gusta que ella lo haga, porque eso es lo que hacen las señoras y yo siempre he querido que ella lo sea, no como la zoquete de su madre.

Trato de dormir pero no me atrevo; he interrumpido su lectura para preguntarle si sabe cuándo va a llegar la muerte; me ha dicho que no piense cosas tan extrañas. Yo se que no es una ocurrencia tan extraña; después de la operación me han tenido dos días aislado en la sala que llaman UCI, donde están los casos más graves; esta mañana me han trasladado a esta habitación y por eso es por lo que ella se ha quedado esta noche conmigo; lo que quiere decir que estoy grave. Las dos semanas que llevo aquí en el hospital, me han dejado solo todas las noches; por la mañana mi hija traía a mi mujer que se quedaba todo el día conmigo hasta el atardecer que volvía a recogerla.

Me siento mas tranquilo porque mi hija esté conmigo esta noche, a pesar de que sé que le fastidia. Siempre me ha odiado, pero yo confío en ella, tiene mucho carácter. He vuelto a preguntarle si sabe cuándo va a llegar la muerte; no sé si porque la he sacado de la lectura, me ha dicho que no diga tonterías y me duerma; yo creo que no son tonterías, tengo miedo de dormirme y no despertar. Ella me odia porque piensa que he tratado mal a su madre; siempre ha tomado partido por mi mujer, desde niña. Pero hay que ponerse un poco en mi lugar; que hombre sería yo si no me impusiera y la tratara con mano dura; porque eso es lo que hacen los hombres de verdad; además, mi mujer es una pueblerina. Me casé con ella a pesar de que es siete años mayor que yo, porque me dijeron que era una rica heredera y resultó que no; como puedo ser bueno con ella si sé que también me odia, bueno eso es algo que no me importa; tengo todas las mujeres que quiero y cuando quiero, como bien sabe ella, y al fin y al cabo el odio nos alimenta y nos une con fuerza.

Sigo sin poder dormir, ha entrado la monja enfermera para dar las buenas noches, no entiendo a esas mujeres que se casan con un dios que no existe, pero es muy simpática conmigo. También le he preguntado si puede decirme cuándo va a llegar la muerte, se ha reído, me ha dado unas palma-ditas en la mano y me ha dicho que soy muy gracioso, pero que eso, solo Dios lo sabe.

Ha pasado un rato y sigo despierto, le he pedido perdón a mi hija por interrumpir su lectura y le he dicho que por favor salga fuera y le pregunte a la muerte cuándo va a llegar; ha vuelto a decirme que me duerma de una vez y deje de pensar en esas cosas, que ademas nadie conoce. Pero pienso que ella que es valiente y lee mucho tiene que saberlo, pero no me lo quiere decir, sé que me odia. Cuando tenia siete años se puso delante de mí y me dijo que si volvía a pegarle a su madre tendría que vérmelas con ella, me impresionó tanto que ya no volví a pegarle. La muy bruja de mi mujer se refugio siempre detrás de ella y la utilizó de escudo pero yo a mi hija jamas le puse la mano encima. Una vez ella me preguntó qué me parecería si su marido le hiciera lo que yo le hago a su madre, lo pensé, lo tumbaría, practique boxeo en mi juventud. Pero la verdad es que un hombre es un hombre y ha de portarse como tal, menos con mi hija, eso si que no. 

Esta vez se lo he dicho con mucho cuidado para que no se enfadara; he vuelto a pedirle que fuera a informarse porque necesito saber cuándo va a venir la muerte. Ha cerrado el libro se ha levantado y me ha mirado detenidamente, como nunca lo había hecho, que yo recuerde, porque siempre ha estado tensa y distante conmigo. En su cara había pena. Me ha ordenado la cama y finalmente me ha dicho; no te preocupes por eso, me he quedado esta noche aquí contigo para no dejarla entrar si viene. Eso es lo que yo necesitaba saber, sé qué lo hará, es fuerte, estoy seguro de que no la dejara entrar. Ya puedo dormir porque, además, tengo la sensación que ha dejado de odiarme. Ella ha vuelto a sentarse y ha apagado la luz. 


Pepa Lopez Albelda




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