Artículo
de opinión. EL ESTACAZO. Javier Bisbal
Una
corona no es un paraguas, el numero uno de los españoles tiene que exponerse a
la lluvia al igual que el resto de los españoles y si se ha mojado tiene que
aguantar el chaparrón de críticas más o menos explícitas. En plena dictadura
franquista, en la que no había libertad ideológica, ni de culto, ni de prensa,
ni siquiera sexual, Lluis Llach publicó L´estaca, en 1968, la genialidad del
mensaje implícito —que todos sabían lo que significaba— consiguió expresar la
denuncia a la falta de libertades durante la dictadura sin que el cantante
catalán ni los universitarios que la cantaban fueran detenidos. El cantante
cautivo que está originando una ola de violencia en las calles no tiene el
talento necesario para denunciar de forma implícita lo empapado que está el
coronado emérito. Quizá por esta falta de talento merezca un estacazo
intelectual pero lo que no es de recibo es que lo hagan cautivo del estado en
plena pandemia. La ola de violencia (sobre todo en Barcelona) está demostrando
que ha sido peor el remedio que la enfermedad — repito, estamos en un contexto
mundial de excepción por la pandemia, y si se pueden evitar estos altercados de
alguna forma conforme a derecho se deberían evitar—. Soy lego en materia de
recursos de casación u otras medidas jurídicas que permitan aplazar una
sentencia sin someterse al chantaje de la violencia, pero la judicatura debería
haber procedido en consecuencia por el actual contexto —repito, estamos
atravesando una pandemia—.
Jiddu
Krishnamurti sentenció “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una
sociedad profundamente enferma”. Cualquier
personaje que aspire a ganarse la vida divulgando mensajes, por cualquiera de
las artes existentes, sabe, o debería saber, que no vivimos en una acadia
feliz, y los descontentos siempre van a recoger los mensajes antisistema con
fervor casi sexual, hasta celebrar sus orgías violentas en pos de un mundo más
justo. El oportunismo del cantante cautivo lo ha llevado a amenazar
públicamente a instituciones y personas y esto nada tiene que ver con la
libertad de expresión, el delito de amenazas está tipificado en el Código
Penal. Claro está que los siete pecados capitales de toda la vida se han
transformado en virtudes públicas, y que la sociedad está bastante malita, pero
los togados al igual que los oportunistas deberían proceder según el contexto
actual, a riesgo de merecer un buen estacazo. Y esto no tiene nada que ver con
la libertad de expresión.
NOTAS DE AMÉRICA. Charles Dickens. (Descripción de un apartamento
neoyorquino visto por un británico en 1850).
Subid
esta oscura escalera con cuidado de no perder pie en las quebradizas tablas y
avanzad a tientas conmigo en esta guarida de lobos, dónde no parece entrar ni
un rayo de luz, ni un soplo de aire. La luz de la cerilla se extingue y deja
una oscuridad más profunda que antes, si es que existen grados en tales
extremos.
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