EL VENDEDOR DE HUMO
En su apartamento encontraron una
carta a mi nombre, solo decía: que mal
vendedor de recuerdos soy, solo tu pensabas que era un buen vendedor de humo,
humo de recuerdos, hasta siempre mi amor.
Me dijo que le recogiera a las 12
en el hospital, le daban el alta tras
cuatro meses de ingreso en la planta de psiquiatría.
Nos conocimos a través de una amiga,
yo me había divorciado hacia dos años, estaba demasiado obtusa para volver a
tener otra relación, pero mi amiga María insistía, que más te da pégate un buen
polvo que la vida son dos días, joder María que no quiero conocer a nadie en
estos momentos, pero me hizo la típica emboscada, cenita las dos en mi casa
mañana te espero cuando quieras y no se hable más que te has vuelto muy coñazo,
así empezó nuestra amistad.
Estoy en el coche, he llegado 10
minutos antes como siempre, tengo un verdadero problema con la puntualidad, no sé
cómo voy a reaccionar, el miedo me bloquea, por favor ven a por mí, me ha dicho,
su enfermedad mental me asusta, no tengo porque estar aquí, es más que coño
estoy haciendo?, nuestra relación fue un estanque de agua poco bebible, pero
aquí estoy, moviendo la pierna izquierda sin parar… esperando a un vendedor de
humo rodeada del humo de mi cigarrillo. Él me decía que no era vendedor de
humo, que el solo vendía recuerdos. Recuerdos de qué? Recuerdos que no duelen
Al entrar en casa de María, lo vi
sentado, hola me llamo Teresa, con una sonrisa forzada y con bastante mala
hostia por la encerrona me senté en el sofá, yo me llamo Tomas, me dijo levantándose
para darme la mano, las siguientes preguntas incomodas de a que te dedicas,
tienes hijos y demás fueron realmente un suplicio, no me gustan los protocolos.
Me llamo al día siguiente, me
dijo que fuéramos al mar, le dije que me era imposible, pero me insistió de una
forma tan divertida que al final no sé cómo , me convenció, me recogió en un
destartalado y sucio coche con dos copas de cristal , una botella de vino y una
manta descolorida, estábamos solos , el mar palidecía por momentos, era como
saber que nada iba a salir bien, pero decidí dejarme llevar por una vez en mi vida,
no pensar, dejar de pensar me sumió en un hilarante placer a pesar de su mirada
que con brusquedad me estremeció, las miradas sin vida me alarman, era una
mirada en un vacío lleno de más vacío, deje volar a los malos pensamientos,
respire, inhale, oí el rozar de las olas, deje de pensar en las miradas y ellas
desaparecieron.
Tomas entro en mi coche como
siempre con su sonrisa alargada, me abrazo como pocas personas saben abrazar,
me beso, gracias me repetía una y mil veces, vale ya, le dije como me vuelvas a
darme las gracias te tiro por la ventanilla, el seguía riendo, como me gustas
con tu mala hostia, dónde vamos? me dijo, pues no se a tu casa de entrada a
dejar tu maleta y luego comemos donde quieras. Creo que tienes muchas cosas que
contarme, tú has sido quien me has llamado, has estado cuatro meses ingresado
por una enfermedad diagnosticada como bipolar,
nunca me dijiste que tenías esta enfermedad, bueno te lo dije ayer, no te basta,
me respondió, otra vez su mirada se oscureció, aunque intentara disimular, si,
soy bipolar, no te lo estoy escondiendo, me dijo, pero también vendedor de
recuerdos, soltó su carcajada y arranque el coche.
El vendedor de humo siempre me sorprendía,
su mente era tan equilibrada que era difícil de pensar cómo se desequilibró esa porción de cerebro que
dificulta recomponer las porciones de
las neuronas para que nada se rompa.
Nos fuimos a cenar al mejor
restaurante que encontró, él era así a lo bestia, lo daba todo, nos contamos lo
que habían pasado en los últimos tres años que no nos habíamos visto, el seguía
escribiendo con poco éxito, se había arruinado con un negocio, pero eso no era
lo importante, lo importante eras tú y tu no te diste cuenta, te fuiste un día
sin decir nada, nunca te localice hasta hace un mes casualidades de la vida,
desapareciste entre tus miedos, fui tu miedo, ahora me doy cuenta, no supe
escucharte, no supe entender que tras tu sonrisa, el miedo te alejaba de mí, tu
siempre llena de alegría con puntuales salidas de mala leche, no quiero sufrir,
me lo dijiste en la playa, nunca me enamorare ni de ti ni de nadie, pero tú ya
estabas lejos, demasiado lejos para darme cuenta que ya te había perdido.
Me fui, un día me levante, tú te
habías ido a tu mundo de localizaciones ilocalizables, me vestí, recogí mis
libros, mis bragas y un salero de sal que me recordaría a ti, cerré la puerta,
me sentí libre, de nuevo el aire me respiraba, las calles eran surcos de
espinas golpeando las cicatrices de mí, pero no mire al callejón, los arboles bailaban
a través de una música que yo podía escuchar, me senté en un banco, allí me
quede. La vida al amanecer se colorea de sus colores anaranjados, ya había sufrido, ya había amado y me había destruido, ya había participado de la falsedad del amor, de la verdad también del amor, ya jure no
sería parte de nadie, ni nadie de mí, ni nadie volvería a ser otra cicatriz en
mi cuerpo, mejor un tatuaje marcado en mi espalda donde nadie lo vería o quizás mejor en un recóndito
lugar que solo sabría yo.
INMA LOPEZ
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