martes, 23 de marzo de 2021

 

EL VENDEDOR DE HUMO


En su apartamento encontraron una carta  a mi nombre, solo decía: que mal vendedor de recuerdos soy, solo tu pensabas que era un buen vendedor de humo, humo de recuerdos, hasta siempre mi amor.

Me dijo que le recogiera a las 12 en el hospital,  le daban el alta tras cuatro meses de ingreso en la planta de psiquiatría.

Nos conocimos a través de una amiga, yo me había divorciado hacia dos años, estaba demasiado obtusa para volver a tener otra relación, pero mi amiga María insistía, que más te da pégate un buen polvo que la vida son dos días, joder María que no quiero conocer a nadie en estos momentos, pero me hizo la típica emboscada, cenita las dos en mi casa mañana te espero cuando quieras y no se hable más que te has vuelto muy coñazo, así empezó nuestra amistad.

Estoy en el coche, he llegado 10 minutos antes como siempre, tengo un verdadero problema con la puntualidad, no sé cómo voy a reaccionar, el miedo me bloquea, por favor ven a por mí, me ha dicho, su enfermedad mental me asusta, no tengo porque estar aquí, es más que coño estoy haciendo?, nuestra relación fue un estanque de agua poco bebible, pero aquí estoy, moviendo la pierna izquierda sin parar… esperando a un vendedor de humo rodeada del humo de mi cigarrillo. Él me decía que no era vendedor de humo, que el solo vendía recuerdos. Recuerdos de qué? Recuerdos que no duelen

Al entrar en casa de María, lo vi sentado, hola me llamo Teresa, con una sonrisa forzada y con bastante mala hostia por la encerrona me senté en el sofá, yo me llamo Tomas, me dijo levantándose para darme la mano, las siguientes preguntas incomodas de a que te dedicas, tienes hijos y demás fueron realmente un suplicio, no me gustan los protocolos.

Me llamo al día siguiente, me dijo que fuéramos al mar, le dije que me era imposible, pero me insistió de una forma tan divertida que al final no sé cómo , me convenció, me recogió en un destartalado y sucio coche con dos copas de cristal , una botella de vino y una manta descolorida, estábamos solos , el mar palidecía por momentos, era como saber que nada iba a salir bien, pero decidí dejarme llevar por una vez en mi vida, no pensar, dejar de pensar me sumió en un hilarante placer a pesar de su mirada que con brusquedad me estremeció, las miradas sin vida me alarman, era una mirada en un vacío lleno de más vacío, deje volar a los malos pensamientos, respire, inhale, oí el rozar de las olas, deje de pensar en las miradas y ellas desaparecieron.

Tomas entro en mi coche como siempre con su sonrisa alargada, me abrazo como pocas personas saben abrazar, me beso, gracias me repetía una y mil veces, vale ya, le dije como me vuelvas a darme las gracias te tiro por la ventanilla, el seguía riendo, como me gustas con tu mala hostia, dónde vamos? me dijo, pues no se a tu casa de entrada a dejar tu maleta y luego comemos donde quieras. Creo que tienes muchas cosas que contarme, tú has sido quien me has llamado, has estado cuatro meses ingresado por una enfermedad  diagnosticada como bipolar, nunca me dijiste que tenías esta enfermedad, bueno te lo dije ayer, no te basta, me respondió, otra vez su mirada se oscureció, aunque intentara disimular, si, soy bipolar, no te lo estoy escondiendo, me dijo, pero también vendedor de recuerdos, soltó su carcajada y arranque el coche.

El vendedor de humo siempre me sorprendía, su mente era tan equilibrada que era difícil de pensar cómo  se desequilibró esa porción de cerebro que dificulta recomponer  las porciones de las neuronas  para que nada se rompa.

Nos fuimos a cenar al mejor restaurante que encontró, él era así a lo bestia, lo daba todo, nos contamos lo que habían pasado en los últimos tres años que no nos habíamos visto, el seguía escribiendo con poco éxito, se había arruinado con un negocio, pero eso no era lo importante, lo importante eras tú y tu no te diste cuenta, te fuiste un día sin decir nada, nunca te localice hasta hace un mes casualidades de la vida, desapareciste entre tus miedos, fui tu miedo, ahora me doy cuenta, no supe escucharte, no supe entender que tras tu sonrisa, el miedo te alejaba de mí, tu siempre llena de alegría con puntuales salidas de mala leche, no quiero sufrir, me lo dijiste en la playa, nunca me enamorare ni de ti ni de nadie, pero tú ya estabas lejos, demasiado lejos para darme cuenta que ya te había perdido.

Me fui, un día me levante, tú te habías ido a tu mundo de localizaciones ilocalizables, me vestí, recogí mis libros, mis bragas y un salero de sal que me recordaría a ti, cerré la puerta, me sentí libre, de nuevo el aire me respiraba, las calles eran surcos de espinas golpeando las cicatrices de mí, pero no mire al callejón, los arboles bailaban a través de una música que yo podía escuchar, me senté en un banco, allí me quede. La vida al amanecer se colorea de sus  colores anaranjados,  ya había sufrido,  ya había amado y me había destruido,  ya había participado de la falsedad del amor,  de la verdad también del amor, ya jure no sería parte de nadie, ni nadie de mí, ni nadie volvería a ser otra cicatriz en mi cuerpo, mejor un tatuaje marcado en mi espalda donde  nadie lo vería o quizás mejor en un recóndito lugar que solo sabría yo.

 

 

INMA LOPEZ

 

 

 

 

 

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