LOS
ENVIDIABLES DE INTER NET. Artículo de opinión . Javier Bisbal
No
conozco a ninguna persona que se publique en las redes sociales, o por otros
medios, limpiando la taza del retrete con la escobilla — quizá la haya porque
la mente humana es insondable—. Cuando alguien hace pública su intimidad,
normalmente, es para venderse, o, peor aún, para dar envidia. A la gente nos
parece envidiable la felicidad y hoy es habitual que se publiquen fotos
familiares (con bebes incluidos), grandes comilonas (con cogorzas intimas),
hogares diseñados para mostrarse más que para vivir (con todos los almohadones
en su sitio), viajes a la Conchinchina (o más lejos aún) y muestras de amor
para toda la vida, toda, todita toda.
Hace
no mucho tiempo se solía decir: “Comer como un cardenal” y “Vivir a cuerpo de
rey”. Los envidiables en aquel tiempo estaban señalados, y aunque nadie conocía
su intimidad, todos querían emularlos. Hoy en día todos quieren mostrar que
viven como un rey y comen como un cardenal. También se podría decir que hoy es
envidiable fornicar como un Borgia, pero no seré yo el que tope con el Papa. Mi
prosaica disertación sobre la intimidad me lleva a reparar en esos programas
mal llamados reality show: meten a
unas personas en una casa, en una isla, o dónde se le ocurra a un realizador
avispado e intentan hacer creer al público, que consume estos espacios
televisivos, que están viendo a personas en su intimidad. Nadie se comporta
ante una cámara como lo haría en la intimidad, por lo tanto se ha llegado al
extremo de fabricar intimidades, y por el éxito de los programas tendremos que
convenir que la intimidad de los otros despierta la curiosidad de muchos.
La
lujuria, la gula, la envidia y la pereza siempre deberían ser reserva de la
intimidad, pero ahora se divulgan sin pudor para que todo el mundo sepa lo
envidiable que es nuestra divina existencia de la muerte. No sé bien por qué me
viene a la cabeza aquel Presidente del Gobierno de España que hablaba catalán en
la intimidad. Y es que la intimidad es muy sufrida y cuando hablas de ella deja
de ser intimidad (José María tendría que haber publicado en el Face sus dotes
parlamentarias con el idioma de los catalanes). Hoy en día para que la gente te
admire necesitas compartir tu intimidad por Internet para dejar pruebas
fehacientes de tu envidiable intimidad.
Ahora
bien, no seré yo el que tire la primera piedra, porque no estoy libre de
pecado. Sólo los salmones nadan contra la corriente. Así pues, el que sea salmón
que tire la primera piedra. Y no hay nada que te haga más esclavo del sistema
que ser un antisistema. Además yo en mi intimidad soy muy, pero que muy feliz,
aunque todavía no sepa lo que es eso.
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