miércoles, 17 de marzo de 2021

 

 LOS ENVIDIABLES DE INTER NET. Artículo de opinión .  Javier Bisbal

 

No conozco a ninguna persona que se publique en las redes sociales, o por otros medios, limpiando la taza del retrete con la escobilla — quizá la haya porque la mente humana es insondable—. Cuando alguien hace pública su intimidad, normalmente, es para venderse, o, peor aún, para dar envidia. A la gente nos parece envidiable la felicidad y hoy es habitual que se publiquen fotos familiares (con bebes incluidos), grandes comilonas (con cogorzas intimas), hogares diseñados para mostrarse más que para vivir (con todos los almohadones en su sitio), viajes a la Conchinchina (o más lejos aún) y muestras de amor para toda la vida, toda, todita toda.

Hace no mucho tiempo se solía decir: “Comer como un cardenal” y “Vivir a cuerpo de rey”. Los envidiables en aquel tiempo estaban señalados, y aunque nadie conocía su intimidad, todos querían emularlos. Hoy en día todos quieren mostrar que viven como un rey y comen como un cardenal. También se podría decir que hoy es envidiable fornicar como un Borgia, pero no seré yo el que tope con el Papa. Mi prosaica disertación sobre la intimidad me lleva a reparar en esos programas mal llamados reality show: meten a unas personas en una casa, en una isla, o dónde se le ocurra a un realizador avispado e intentan hacer creer al público, que consume estos espacios televisivos, que están viendo a personas en su intimidad. Nadie se comporta ante una cámara como lo haría en la intimidad, por lo tanto se ha llegado al extremo de fabricar intimidades, y por el éxito de los programas tendremos que convenir que la intimidad de los otros despierta la curiosidad de muchos.

La lujuria, la gula, la envidia y la pereza siempre deberían ser reserva de la intimidad, pero ahora se divulgan sin pudor para que todo el mundo sepa lo envidiable que es nuestra divina existencia de la muerte. No sé bien por qué me viene a la cabeza aquel Presidente del Gobierno de España que hablaba catalán en la intimidad. Y es que la intimidad es muy sufrida y cuando hablas de ella deja de ser intimidad (José María tendría que haber publicado en el Face sus dotes parlamentarias con el idioma de los catalanes). Hoy en día para que la gente te admire necesitas compartir tu intimidad por Internet para dejar pruebas fehacientes de tu envidiable intimidad.

Ahora bien, no seré yo el que tire la primera piedra, porque no estoy libre de pecado. Sólo los salmones nadan contra la corriente. Así pues, el que sea salmón que tire la primera piedra. Y no hay nada que te haga más esclavo del sistema que ser un antisistema. Además yo en mi intimidad soy muy, pero que muy feliz, aunque todavía no sepa lo que es eso.

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