jueves, 27 de mayo de 2021

UNA MECEDORA

Soy una mecedora que ha estado en esta familia durante tres generaciones. Me adquirieron los abuelos maternos de mi actual dueña; cuando estos se fueron pasé a la casa de sus padres, y cuando estos también murieron, fui el único elemento de aquella casa que ella se trajo a la suya, en la que todavía sigo estando. 

A pesar de lo ligera que soy, soy muy resistente, gracias a cómo me trataron para construirme. Un método que también consiguió que la carcoma no me ataque. Nací del tronco de una haya; me cortaron en tiras y me sometieron a baños de vapor con cola para darme flexibilidad, y luego me introdujeron en prensas de bronce para conseguir la forma deseada. Gracias a eso, mi estructura está formada por una serie de líneas curvas que van creando, enmarcando espacios, acotando el vacío y formando dibujos que juegan entre si. Algunas de las líneas van ensambladas con tornillos. El asiento y el respaldo son de rejilla. 

Me balanceo mucho, y gracias a eso mi dueña cuando era niña se mecía en mí; sentada con las piernas cruzadas como un pequeño buda, me hacia moverme al máximo, hasta que los mayores la reñían. Cuando era adolescente y quería cosas nuevas me pintó de rojo, y la verdad es que quedé horrible. Pasado un tiempo tampoco a ella le gusté así, y me quitó la pintura con un decapante; me dejó del color original de la madera, pero me quedaron unas manchas oscuras que me hacen parecer mas vieja. Cuando creció dejo de utilizarme, tampoco ahora se sienta mucho en mí. Creo que la culpa de ello es mi diseño, no es muy bueno. Soy una imitación.

Las que creo el primer diseñador de la historia; Thonet, un alemán, que en 1842 inventó la técnica del curvado de la madera, y la fabricación en serie; tenía en cuenta la ergonomía. Hizo que sus modelos se hicieran muy populares, y en muchas casas habían asientos de ese tipo. El carpintero que me hizo no sabía nada de eso, y a pesar de estar hecha de la misma manera soy mas alta de lo debido, y mis proporciones no son tan armónicas. 

A mis sucesivas dueñas, que han sido de estatura bajita, no les he resultado cómoda, a pesar de ello me han conservado. Ahora el lugar que ocupo esta delante de la ventana en la habitación de matrimonio, en el lado de la cama en que duerme ella; por las noches cuando se desnuda deja su ropa sobre mi. 

En una ocasión, escuche que su marido le proponía sustituirme por otro asiento mejor y más cómodo, pero ella dijo que ni hablar, que solo yo le quedaba de su infancia. Por eso sé que ella me quiere, a pesar de que no soy perfecta, y estaré con ella mientras ella esté. Luego, si no me destruye el fuego o un terremoto, sé que seguiré entera, y entonces no sé a dónde me llevarán .

Pepa Lopez











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